Cultivando el Recurso Inagotable para la Vida abundante

Comenzaré con una gran declaración: Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar (Sal. 119:165 NVI). Al darle atención surgen dos preguntas. La primera, ¿cómo se comportan los que aman la ley del Señor? La segunda, ¿cuál es el gran bienestar aquí mencionado?

¿Cómo se comportan los que aman la ley del Señor?

En otras palabras, ¿qué distintivos son sobresalientes en quienes aman la Palabra de Dios? Ya que amor habla de una relación, no simplemente de comprensión intelectual. Desde el libro de los Salmos es posible distinguir dos rasgos notables:

Uno, han cambiado la amistad con el pecado por el deleite en el consejo de Dios.Así lo expresa el primero de los Salmos: Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios, sino que pone su amor en la ley del Señor y en ella medita noche y día (Sal. 1:1-2 DHH). En claro contraste con los pecadores; los que aman la Palabra van más allá que solamente creerla, no practican los hábitos pecaminosos. En verdad, lo desprecian para hacer lo contrario, deleitarse en la sabiduría de Dios. Eso es igual a buscar y permitir la dirección del Señor en sus decisiones, sus hábitos y su estilo de vida. Practican lo bueno, lo santo y agradable al Señor.

Dos, han alcanzado sabiduría y no solo han acumulado conocimiento. Escuchemos al salmista: En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti (Sal. 119:11 BA). Solo conocer acerca de Dios es insuficiente, por eso no se trata nada más de atesorar en la mente. Acumular conocimientos no cambia nuestro corazón. Este es el consejo del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: Pero tú debes permanecer fiel a las cosas que se te han enseñado. Sabes que son verdad, porque sabes que puedes confiar en quienes te las enseñaron. Desde la niñez, se te han enseñado las sagradas Escrituras, las cuales te han dado la sabiduría para recibir la salvación que viene por confiar en Cristo Jesús. (2 Ti. 3:14-15 NTV).

Según la amonestación de Pablo, amar la sabiduría de Dios exige una devoción fiel e integral. No basta la comprensión de la letra y las formas. La devoción al consejo de Dios es la que nos lleva a atesorar sabiduría en el corazón.

¿Cuál es el gran bienestar aquí mencionado?

Claramente la frase Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar (Sal. 119:165 NVI) habla de una vida placentera, sin problemas ni conflictos, un lecho de rosas. A primera impresión, ¡genial! Pero, si vamos más despacio descubriremos que el cuadro que nos pinta el salmo 119 es uno muy distinto. El gran bienestar que resulta de amar el consejo de Dios…

  • Es aliento en el desánimo: Postrado estoy en el polvo; dame vida conforme a tu palabra (v. 25).
  • Es alivio en el Éste es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida (v. 50).
  • Es consuelo para el sufrimiento. Señor, es mucho lo que he sufrido; dame vida conforme a tu palabra (v. 107).
  • Es fortaleza en tiempos de debilidad. Sostenme conforme a tu promesa, y viviré; no defraudes mis esperanzas (v. 116).
  • Es defensa en momentos de angustia. Defiende mi causa, rescátame; dame vida conforme a tu promesa (v. 154).

En suma, los que aman la Palabra de Dios no están libres de las pruebas y dificultades. Pero sí gozan de un beneficio inagotable: la paz sobrenatural que experimentan en la forma de aliento, alivio, consuelo, fortaleza y defensa. El shalom de Dios que les sostiene aun en el medio de la mayor de todas las tormentas.Tal abundancia espiritual no es una buena obra de nuestra obediencia. Es la gracia del Señor para nosotros al bendecirnos con su Palabra.Y como lo expresó el apóstol Pedro,

Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna (Jn. 6:68 NTV).

¿Cómo cultivamos este recurso inagotable para la vida abundante?

Quiero terminar agregando una tercera pregunta. Imagino que ya ronda en nuestras mentes. ¿Cómo cultivamos este recurso inagotable para la vida abundante? Les aconsejo 3 prácticas o buenos hábitos para cultivar el ser diligentes en nuestra atención al consejo de Dios. Por supuesto, no es todo lo que podemos hacer, pero sí es un buen punto de partida en nuestra mayordomía.

  1. La lectura constante. Este nivel de acercamiento a la Palabra requiere un lugar y una hora Personas y artefactos que nos interrumpen no son el ambiente más propicio. Comenzar con un plan de lectura de corto plazo es mejor que uno de largo plazo. A través de la lectura conocerás los personajes, los lugares, las épocas y los grandes temas de la historia de redención que la Biblia nos revela.
  2. La meditación personal. Este nivel de atención a la Biblia demanda la disposición de conocer para enamorarse de Dios, el autor de esta historia de redención. Necesitas el texto bíblico, un resaltador y un lapicero para tomar O lo correspondiente, si tienes acceso a una versión electrónica. La meditación personal en la Palabra de Dios es una conversación con Él, en la cual leemos y oramos. Le escuchamos y le respondemos. Nos pregunta y le preguntamos.
  3. El estudio diligente. Esta es la dimensión de la devoción amorosa a la Palabra del Señor. Requiere la disciplina constante de escudriñar la Biblia observando, interpretando, correlacionando y aplicando cada aspecto de la verdad de Dios. El buen uso del estudio inductivo y una Biblia de estudio, impresa o electrónica, son herramientas

¿Cuál es la mejor para ti? La orientación de un experimentado maestro bíblico puede serte muy útil en relación a tu madurez personal.

Terminemos en la Palabra, citando un verso más del Salmo en el que hemos meditado: Tu palabra, Señor, es eterna, y está firme en los cielos (119:89 NVI).

El Dr. Jorge A. Ponce es un un creador de contenidos que transforman y un mentor apasionado en el desarrollo de líderes. Es el Director Ejecutivo de Visión Para Vivir Centroamérica  y para abril de este año fue el capacitador del curso de actualización de exalumnos del SBG.