Cómo Cultivar un Corazón Generoso
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1)
–Yo no doy, porque no tengo. – Cuando tenga, entonces tendré la posibilidad de compartir con otros; mientras tanto, no puedo. Este es un fragmento del comentario de alguien con quien tuve la oportunidad de observar un hermoso gesto de generosidad. Esta persona tiene la gracia de ver la necesidad de la gente y actuar pronto a favor de ellos.
Cuando pienso en el tema que estamos por desarrollar, debo comenzar diciendo que el tema de generosidad, humanamente hablando, no es natural en nosotros. Primero, creo que tenemos un errado concepto acerca de la generosidad. En muchos de nuestros contextos, hemos sido educados con el pensamiento de recibir, y pocas veces, somos expuestos ante la necesidad de dar. Lamentablemente, al crecer dentro de un contexto que tiene enmarcada la idea de recibir, dar es un gesto que necesitamos aprender a desarrollar. Por ello, si decidimos aprender a desarrollar un corazón generoso desde la cultura, creo que es una mala idea.
Para quienes me conocen, saben que tengo cierta fascinación por los asuntos de gramática. Así que decidí escribir algo acerca del tema que nos ocupa, y lo haré desde el conjunto de palabras que forman este pensamiento. “Cómo Cultivar Un Corazón Generoso”, gramaticalmente hablando, es una oración que incluye algo interesante desde su redacción. Si observamos la estructura de la oración, pronto observamos que no es lo mismo decir: “Cómo Cultivar “Un” Corazón Generoso” que “Cómo Cultivar “El” Corazón Generoso”. El empleo del artículo indefinido “un” nos dirige a pensar en algo que, dicho sea de paso, no es conocido o definido. Por otro lado, a diferencia de la segunda oración en la que se ha empleado el artículo “el”, el artículo mismo nos dirige a pensar en algo conocido o entendido; fácil de encontrar o identificar, es decir, parece estar en todos y que solamente necesita ser educado o desarrollado (corazón generoso). Pensando en esto, ojalá todos tuviéramos “el” corazón generoso y que nuestro trabajo solo fuera entrenarlo para desarrollarlo. Entonces, desde la gramática entendemos que un corazón generoso no es tan común para nosotros, que identificarlo ha de ser algo complicado.
Si desde nuestra naturaleza tenemos un gran problema en cuanto al tema de la generosidad, y tampoco encontramos algo a nuestro favor desde la gramática, veamos cómo nos va desde un concepto dirigido por la Academia. La Real Academia de la Lengua Española (RAE) ofrece la siguiente definición de generosidad. Ellos dicen que la generosidad es una “Inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés”.
Después de haber escrito la definición de la RAE, desearía que ustedes estuvieran viéndome mientras escribo, pues me verían riendo por lo que acabo de escribir (es en serio). Bueno, la idea de encontrar una definición de la palabra generosidad, es para intentar facilitarnos la tarea de cómo desarrollar un corazón que se inclina a dar o a la generosidad. Pero, creo que cultivar un corazón generoso desde este concepto, será algo complicado y difícil de hacer.
Después de mencionar tres posibles medios para aprender a cultivar un corazón generoso (naturaleza, gramática y academia), y creo que podría seguir enumerando otras áreas de la vida, difícilmente llegaríamos a una conclusión práctica y coherente en cuanto a cómo cultivar un corazón generoso. Pensando en esto, viene a mi mente la conversación de uno de mis amigos pastores quien dijo que para introducir algo provechoso en nuestra mente, debemos trabajar para sacar aquello errado que está arraigado en nosotros. Entonces, mientras no comencemos a aprender la manera correcta de cómo cultivar un corazón generoso, seguiremos anclados a ese concepto equivocado de generosidad en el que hemos crecido y vivido durante mucho tiempo. Así que comencemos.
El impacto de la influencia
“Dime con quién andas y te diré quién eres”. Esta era una frase bastante popular con la que crecí durante mi niñez y adolescencia; además de lo popular que era, mi madre vivía repitiéndomela, constantemente, para recordarme la necesidad de vivir correctamente durante el desarrollo de mi vida. Quiero mencionar esta frase, pues creo que es una de las maneras más prácticas, humanamente hablando, para aprender a cultivar un corazón generoso. Durante un par de semanas estuve meditando en el contenido de este escrito, y francamente hablando, no podía separar de mi mente el enorme impacto que ha hecho en mi vida. He caminado junto a amigos que entienden y viven la generosidad en su día a día. No he podido dejar de pensar en personas que han comprendido que ellos no son el fin de las bendiciones que reciben cada día; amigos que han comprendido que Dios los bendice para bendecir a otros, y finalmente, amigos que me enseñan mientras camino con ellos, que una de las maneras más prácticas de agradecer lo que reciben, es dar a otros.
Por eso, estoy convencido de que una de las maneras más prácticas y eficaces para cultivar un corazón generoso es caminar con gente generosa. No creo que exista otra manera tan práctica y eficaz para aprender a hacerlo. Hablando de esto, es importante mencionar que el impacto de la influencia es tal, que el mismo apóstol Pablo escribió en más de una ocasión acerca de esto. Por ejemplo, él escribió en la primera carta a los Corintios, lo siguiente: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
Está claro que cuando el apóstol Pablo escribió este versículo, no se refería al tema de generosidad exclusivamente, porque entendemos que él hacía mención de la totalidad de vida que comenzó a vivir desde que conoció a Jesucristo como su Señor y Salvador. Pero, tampoco podemos ignorar la influencia de Jesús en la vida del apóstol con relación a la generosidad. Durante el desarrollo de su ministerio, Pablo vivía reflejando la influencia de Jesús en su vida, y la generosidad no era una excepción. Leamos lo que Lucas registró en Hechos 20, específicamente en la sección donde Pablo se despide de los ancianos de Éfeso en la ciudad de Mileto, sección en la que el médico escribe: “Ni plata ni el oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he “enseñado” que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:33-35). ¿Se imaginan lo que hubiésemos aprendido de Pablo de haber tenido la oportunidad y el privilegio de caminar junto a él?
He tenido la oportunidad de leer libros, asistir a conferencias, escuchar audios y toda una serie de elementos que hablan acerca de la generosidad. Pero siendo honesto, puedo decir que nada ha sido más impactante en mi vida, que caminar junto a personas que entienden la dicha o felicidad (bienaventuranza) de dar. La influencia de estas personas en mi vida ha sido tal, que Dios las ha utilizado para hablarme y recordarme que yo no soy el fin de las bendiciones; que Dios me bendice para bendecir a otros, y que debo dar como agradecimiento de lo que recibo cada día.
Finalmente, lograr un corazón generoso desde la influencia de las personas en sí, no tiene sentido si ellas no han sido influenciadas por Cristo “… así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Hoy en día existen muchas personas e instituciones que promueven campañas de generosidad con fines e intereses diferentes. Solo aquellas que han sido afectadas y transformadas por Cristo, tienen la capacidad de afectarnos e influenciarnos de la manera correcta en cuanto al tema de generosidad. Tal y como lo dije desde el inicio, dar no es algo que nace de nosotros; pues la naturaleza humana, regularmente, reclama su derecho para recibir y no de dar. Por lo tanto, necesitamos ser afectados por Dios, quien nos muestra en su Palabra que “el dar” es parte de su amor (Juan 3:16), y que nosotros no podemos tener un corazón que da (generoso), si antes no somos transformados por Él (2 Corintios 5:17) y gozamos de Su comunión (1 Juan 4:8).
Los hijos de Dios no damos para recibir, damos porque ya hemos recibido (1 Crónicas 29:9-14). No damos para ser alabados, damos para que la gente que no conoce a Dios, pueden conocerle a través de nosotros (Mateo 5:16). Cuando damos, nunca nuestras manos estarán vacías (Proverbios 19:17). Por favor, aproveche todas las oportunidades que Dios le presenta para desarrollar y reflejar generosidad (Proverbios 3:27-28).
¡Dios les bendiga!
Sobre el autor. Gudiel Apén es Licenciado en Biblia y Ministerio con énfasis en Estudios Pastorales. Es exalumno del Seminario Bíblico Guatemalteco y actualmente forma parte del personal docente de la institución.