Practiquemos el Animarnos
Le muestro dos escenarios para que considere si nos parecemos más a los cangregos o a los soldados, en relación al compañerismo para el avance de la vida.
Escenario 1. En una cubeta hay varios cangrejos. Todos quieren salir y tratan de subir uno sobre el otro para alcanzar la salida. El problema es que cuando uno va saliendo, otro lo hala y lo baja al fondo, porque él quiere salir primero... así pasan el día y nadie logra salir.
Escenario 2. Hay una fuerte batalla de guerra y los soldados se arrastran hacia la trinchera. Avanzan lentamente al refugio, porque hay varios compañeros heridos y el lema es no dejar a nadie atrás... así que todos llegan al final.
Sin duda hay excepciones, pero la mayoría de nosotros estamos listos con las tenazas para derribar, en lugar de con un brazo amigo para levantar.
Vivimos en tiempos de mucha competitividad, cuando predomina la ley del más fuerte o del más avorazado. Es de conocimiento general que, por el egoísmo, es natural que las personas no escatimen esfuerzos con tal de estar encima de los demás o de tener más. Pero para el hijo de Dios, los estándares que le rigen son los del Reino de los cielos, según los cuales las responsabilidades, sean pocas o muchas, no significan “rangos” al estilo de este mundo. El Rey tiene la última Palabra. Así que, ahora nos remitiremos a la constitución del Rey para su pueblo, la Biblia, que nos dará el fundamento genuino sobre el cual construir nuestras relaciones interpersonales. La constitución del Rey tiene mucho que enseñarnos sobre la bendición, necesidad y responsabilidad de alentarnos unos a otros para seguir adelante, pero quiero enfocarme en cuatro grupos de personas a los que somos llamados a “animar” y cómo debemos hacerlo, según 1 Tesalonicenses 5:12-15.
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Reconocer al Líder para que Siga Adelante
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros (1 Ts 5:12).
Cualquier acción que el cristiano ejecute, no la debe realizar esperando recibir reconocimientos. De hecho, todo se debe hacer “como para el Señor y no para los hombres” (Col 3:23). Sin embargo, los que somos beneficiados del liderazgo y trabajo de otros hermanos, somos llamados a reconocerlos y animarlos con estima y amor. No obstante, los extremos en cuanto al trato han dado lugar a líderes orgullosos y a líderes frustrados. Cuando se pone al líder en un pedestal y se le infla con aplausos, elogios y exaltaciones, estamos creando un ídolo, para quienes los títulos ya no alcanzan. También, cuando se considera al líder como un empleado de la iglesia, se le paga mal, se les exige o se le critica por todo, estamos empujando a un líder a la frustración. Podemos guardar el equilibrio recordando que no se trata de nosotros ni de ellos, se trata del Rey.
Si el Señor ha llamado y puesto a otros para que trabajen entre nosotros, nos presidan y amonesten, vamos a ver a Jesús en ellos. Nuestras palabras serán diferentes; los afirmaremos con ánimos como: “Hermano, gracias por ser un instrumento del Señor”, “Gracias por compartir esta Palabra del Señor”, “Siga adelante con estos proyectos que son para dar gloria a nuestro Dios”. Además, nuestra manera de ver el servicio remunerado será otro; por ejemplo, daremos un salario digno a los hermanos que nos sirven porque es servidor de nuestro Rey. El respeto, apoyo moral, espiritual y económico se les dará por lo que hacen para el Rey, quedando a un lado las rivalidades, celos ministeriales y envidias. Hace mucho bien reconocer a los que saben más que nosotros, tienen otros talentos, dones o profesiones. Podemos ver a un aliado en vez de un rival cuando de servir se trata.
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Amonestar al Ocioso a Seguir Adelante
También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos (1 Ts 5:14).
Debemos recordar que el Señor nos buscó a nosotros que no estábamos ociosos, sino muertos. Lo que somos y hacemos no se debe a nuestros méritos, sino a la gracia del Señor. Amonestar a una persona no diligente no es regañar, señalar, exigir o demandar que se haga lo que yo digo y como yo quiero. Es mostrar la gracia de nuestro Dios, quien nos permite ser su instrumento y a Quién servimos porque le somos deudores.
Hay personas desocupadas que lo que necesitan es explicación de la importancia de su participación en el ministerio, que se les muestre cómo pueden ser útiles con los dones, ministerios y operaciones en la iglesia y en la sociedad. Es hacerles ver lo deudores que somos al Señor, quien por amor hizo lo necesario para acercarnos al Padre. Es nuestra responsabilidad animar a los ociosos con sabiduría, gracia, amor y determinación, para mostrarles el privilegio de servir.
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Alentar a los Desanimados a Seguir Adelante
Que alentéis a los de poco ánimo (1 Ts 5:14).
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Una persona de poco ánimo es la que baja su ritmo de desenvolvimiento; de quien su semblante decae, sus fuerzas disminuyen, el optimismo se pierde y el resentimiento llega con el negativismo. El desánimo puede ser diverso en su razón y en su manifestación. Es bueno, en cada caso, profundizar sobre estos aspectos para dar una respuesta oportuna, pues siempre será una ocasión para guiar a las personas a Cristo. No obstante, en primera instancia, suele ser de ayuda mostrar nuestra compañía como hermandad y fraternidad para animar al de poco ánimo.
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El desánimo viene, generalmente, porque nuestro ánimo se basa en las circunstancias, las relaciones, las posesiones, el dinero, entre otras cosas. Así que, al mostrar, demostrar y convencer que nuestro estado de ánimo se basa en el Señor, lo demás queda en segundo plano. Una manera de alentar a los de poco ánimo es llevarlos a descansar en la soberanía, gracia y misericordia de Dios, quien siempre tiene propósitos de bien y no de mal para nosotros. Ese Fundamento nunca nos decepcionará. De allí la importancia de reconocer que “de Él, y por Él y para Él son todas las cosas” (Ro 11:36). Esto dará suficientes motivos para seguir adelante, cualquiera que sea la situación adversa. Podremos pensar y decir afirmaciones como “Estoy enfermo, pero el Señor tiene propósitos en mí” o “Llegó esta pérdida, pero sé que el Señor dio, el Señor quitó y en Él sigo confiado”.
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Sostener a los Débiles para Seguir Adelante
También os rogamos, hermanos… que sostengáis a los débiles (1 Ts 5:14).
La debilidad puede ser física, emocional o espiritual. En cualquiera de los casos, como hermanos de un solo Cuerpo, estamos llamados a ser empáticos con nuestro prójimo. Podemos recordar a Aarón y a Ur quienes levantaron los brazos de Moisés; lo que nos confirma que aún un gran líder puede necesitar apoyo para sostenerse en la debilidad.
Es admirable que, para el hijo de Dios, la perspectiva sobre la debilidad es contraria a la lógica humana. El Señor dijo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Entender esto hace la diferencia para animarnos cuando somos débiles. La debilidad no es un obstáculo, sino una oportunidad. El que reconoce su debilidad, permite que el Señor se glorifique al tomar sus debilidades y darle las fuerzas que necesita.
Así pues, cuando veamos a un compañero, consiervo, amigo o hermano en alguna de estas situaciones, pensemos cómo las enseñanzas del Rey en su constitución, nos instruye para ver y tratar a los demás de manera que su nombre sea glorificado.
Sobre el autor. El Pastor Edwin Alvarado es exalumno del grado de licenciatura en el Seminario Bíblico Guatemalteco. Ha desarrollado un ministerio pastoral por 37 años en diferentes lugares. Su ministerio versátil le ha llevado a ser director de televisión, maestro y director de diferentes colegios, director nacional de movimientos juveniles en Honduras y Guatemala y plantador de Iglesias en Huehuetenango y en Tennessee. USA. También ha sido promotor de varios proyectos de exalumnos del Seminario Bíblico Guatemalteco y junto a su esposa han apoyado a varios siervos de Dios en diferentes ministerios.