UN LLAMADO A LAS MISIONES

He vivido en Chimaltenango desde una edad muy temprana y por muchos años dirigiéndome al Colegio para estudiar veía el edificio del Instituto Bíblico Guatemalteco en ese entonces.  Nunca me imaginé que un día estudiaría en este lugar. Más adelante en el año 2014, descubrí mi llamado a las misiones, al estar en una jornada médica que se realizaba en Jocotán, Chiquimula. Una pareja de misioneros me contactó para ser traductora en uno de los grupos que estaban dirigiendo. Fue ahí, donde la historia de una de las misioneras impactó mi vida y me hizo pensar sobre lo que sería de mi vida después de la muerte. Seguí trabajando con otros grupos de misioneros, y Dios empezó a tocar la puerta de mi corazón. Me di cuenta de la necesidad que la gente tenía y recordé lo que había aprendido en Isaías 6:8.

      Debo añadir que este llamado se dio en medio de una vida que se encontraba en las tinieblas del pecado, muy alejada de Dios. Aún así, en mi mente solo resonaba este verso y la respuesta del profeta «Heme aquí, envíame a mí». No cabe duda que Dios nos llama de diferentes maneras para cumplir con el propósito que Él tiene para cada uno de nosotros. Por eso, a pesar de las dudas o temores, gracias a la motivación e invitación de una amiga, decidí entrar al Seminario Bíblico Guatemalteco en el año 2016. Fue aquí, donde una jornada extraordinaria comenzó. El propósito principal era estudiar y capacitarme para este llamado que había en mi corazón. Pero Dios tenía un plan más grande.  Estando ahí, me sentí muy confrontada con la Palabra de Dios y no podía dejar a un lado esa confrontación por lo que decidí hablar con una de las maestras. Le confesé todo y creí que tal vez me sacarían del seminario. Para mi sorpresa ella me escuchó y me entendió.
 

Recordé entonces el amor y la misericordia que Dios mostró para con el mundo en su sacrificio en la cruz. Puedo decir que he sentido ese amor inmensurable de parte de Dios en cada paso del proceso de mi estadía en el Seminario. Esta maestra no solo me escuchó sino además me incentivo a  arrepentirme y a empezar con la ayuda de Dios a obrar cambios. No para mi satisfacción, ni nada que fuera para mí, sino para la gloria de Dios. Me guió hacia un curso que cambió mi forma de pensar para bien, y aunque fue muy difícil porque muchas de las cosas que tenía enterradas en el alma, salieron a la superficie, Dios continuó trabajando en mi vida. Recuerdo siempre a Pablo diciéndoles a los filipenses que no se preocuparan pues Dios tiene todo en sus manos y Él tiene el control.

A través de los cursos y muchas enseñanzas dentro del Seminario, he logrado entender que mi vida tiene un propósito, pero reconozco que todavía hay muchas cosas que deben ser cambiadas. La vida del creyente es un constante crecimiento, procesos dinámicos en constante fluctuación, no para mal sino para bien. Pablo le dice a los filipenses “Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.”, (Flp 1:6 NTV).

Una de las principales enseñanzas que han quedado en mi vida, al pasar por el Seminario, ha sido mi dependencia de Él en todo momento y en todas las  áreas de mi vida. Es necesario que como ovejas frágiles aprendamos a ser dependientes totalmente de “nuestro” pastor en todo sentido. No hay ningún área de nuestra vida que podamos dirigir sin Dios. Recuerdo el primer año cuando ya todos mis ahorros se habían acabado, hice una oración incrédula al Señor. Aún escucho mis palabras “Si me quieres aquí, o provees de alguien que me sostenga o provees de un trabajo”. Puedo decir para la gloria de Dios, que Él proveyó  lo que necesitaba  y mucho más, no solo ese año sino hasta el día de mi graduación, y aún lo sigue haciendo para mí y para mi familia, tiempo después.

El área económica fue una de las muchas áreas que aprendí y sigo aprendiendo a entregar a Dios. Cuando nosotros aprendemos a depender de Él en todas las áreas de nuestra vida, no solo provee el dinero, sino también paz, gozo, guía nuestra vida y sobre todo nos da vida eterna. Nuestra depencia de Él es más que solo orar y decir ¡ayúdame Dios!. Esto implica nuestra intención de tener comunión diaria con Él, nuestra devoción de escudriñar su Palabra y aplicarla a nuestra vida. Orar por nosotros y por otros, manteniendo la comunión fraternal con otros creyentes para edificarnos, animarnos, levantarnos unos a otros cuando es necesario.

 El efecto de aprender esta dependencia en nuestra vida diaria con Dios  nos permite abandonar nuestras sendas antiguas, vencer la tentación y llegar a ser imitadores fieles de Cristo, ministros de Su Palabra. Pero lo esencial es conocer a nuestro Señor Jesucristo, reconociendo que Él es suficiente para nuestro corazón, para suplir nuestras necesidades y ayudarnos en  situaciones difíciles o de tentación, y para cumplir con nuestro ministerio.

Fue en el SBG que logré comprender que ese amor inmensurable de Dios se ve más evidente en nuestra vida según nuestra dependencia de él. Es ese amor que él mostró en la cruz que nos lleva a compartir lo que Él hizo en nuestra vida con otros. Por su amor,  sé que mi llamado a las misiones no fue casualidad. Dios ha usado experiencias buenas y malas, situaciones difíciles para seguir moldeándome en mi carácter, mi vida...  y toda mi motivación en el servicio a Él.  Ahora sé que a través de la misericordia mostrada hacia mí puedo ayudar a otros y puedo alcanzar a aquellos que han vivido sin esperanza y sin Dios. “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre” (Juan 15:16 NTV).

Silvia Raquel Calderón, Licda. en Biblia y Ministerio con énfasis en Misiones y Evangelismo.  promoción 2016-2019

Acerca de Silvia Calderón. En mayo de este año, Silvia se prepara para formar parte del equipo de misioneros en Albania bajo la dirección de  Eagles of Peace Latinoamérica. Si usted desea tener más información para apoyar su obra misionera escriba a raquelc.misiones@gmail.com